Cada persona sueña, aunque su sueño consista en no querer soñar. Cada ser soñador requiere, por consiguiente, una Productora Espiritual. Este ser interior, está a cargo de los recursos que tiene el espíritu para llevar a cabo aquello que anhela. Hace circular el oro interno por la ciudad del espíritu y a los seres internos que van a desarrollar las labores correspondientes.

Se podrá calificar de apta a la Productora Espiritual, si es capaz de discernir cuándo algo vale tanto que es mejor optar por otra cosa; si no está bien capacitada para ello, podría llegar a pensar que algo vale más esfuerzo de lo que puede dar y equivocarse fatalmente. La victoria de la P.E. a veces consiste en aceptar su derrota. En muchos aspectos, su tarea supone una alta tensión, pues es la responsable de otorgarle al espíritu todo lo que necesita y extirpar de él, sin escrúpulos, lo que no necesita. Algunos seres soñadores carecen de una capacitada P.E., es por esto que deben amoldarse a las decisiones de una P.E. ajena, esto es, en cierto grado, deplorable.

Ahora pasemos al objeto de estudio: cada sueño tiene un valor —que depende en gran medida de la alquimia del alma—. Se puede considerar a cada uno válido o inválido, posible o no posible. La P.E. cometerá un grave error si en primera instancia considera válido algo que es inválido, posible, aquello que es imposible. Pero, pensará la incauta lectora o el incauto lector, ¿qué más da si se gasta oro interno, tiempo y fuerza —no añadiremos el adjetivo “espirituales”, pues el tiempo y la fuerza son factores espirituales— incansablemente, por algo que jamás será realizable, si el solo proceso es enriquecedor? Es de considerar que no siempre el camino hacia una causa es alegre, simple y llano. Para un alma estoica y ciertamente masoquista, esto puede no ser un inconveniente. Se puede recurrir a grandes cantidades de fuerza para mover una roca inamovible y quedar exhausto, carcomido por el tedio, el calor y la sed del esfuerzo. La roca no se ha movido, ¿podremos encontrar en aquel esfuerzo algo gratificante?

Digamos que la persistencia de los días, logra al fin mover la roca. Y, ¿qué tal si, como en la película “El Topo” de Jodorovsky, tras la roca seguimos creyendo y cavando para liberar a los seres que están atrapados en la caverna sin ver que al liberarlos se les conduce a la desgracia? ¿Tendría la P.E. que haber visto con agudeza que su sueño era inválido? ¿Cómo entonces evitar errar en aquel primer filtro, válido-inválido, posible-imposible? La ambición sin duda llevará a la ciudad interior hacia lo no posible, con ello, a una ruina infalible, al consumismo impropio de las energías, a la vulgaridad de la impaciencia, a la impertinencia de las emociones en descontrol, a la grosería de lo impulsivo.

Todo esto nos servirá para deducir que la P.E. debe saber conocer la protección como elemento primordial. El ojo de Horus es símbolo de protección. No encamino a pensar que cargar un amuleto pueda proteger o desencadenar ciertos efectos en el azar de la vida, sino a contemplar que este milenario símbolo contiene un significado patente: la observación; y es el significado y no el objeto lo que nos servirá de amuleto. 

No obstante, no será suficiente con el solo hecho de practicar la observación, la P.E. debe saber que el tiempo es su principal aliado, que puede disponer de él si cuenta con el factor paciencia, de lo que se deriva la pregunta ¿cómo reconocer en qué momento es precisa la espera y en qué momento es precisa la acción? 

También debe saber que los sueños guardados en el espíritu —qué inestable es el espíritu, movido por tantas cosas, cruzándose con tantas cosas— podrán tener una caducidad difícil o incluso imposible de pronosticar. ¿Cómo saber hasta cuándo reina en el espíritu un sueño? Prometer su reino eterno podría ser un vil engaño: las dictaduras de los sueños han llevado a las almas a generaciones y generaciones de tedio, cuando de aquel sueño no queda más que el registro de un pacto y una indiferencia no desentrañable; es por esto que la P.E deberá ser perspicaz con las consideraciones del peso del sueño a través del tiempo.

Si los dos anteriores principios no están conjugados debidamente, es decir, si la posible caducidad del sueño no permite al soñador o soñadora extenderse a sus anchas en el tiempo, ¿será mejor abandonar la tarea? 

Además de la caducidad, hay otro elemento que podrá afectar al tiempo: el espacio. Pero, al ser el espacio el elemento por excelencia exterior, siendo el tiempo, el elemento interior, no abordaremos esta cuestión en este análisis efímero. 

Todo es más fácil aún si el espíritu cuenta con pocos o ningún sueño, caso en el que la P.E. podrá ser una holgazana y dedicarse al ocio, dejando a otros seres internos el peso de la existencia. En un sentido contrario, si se cuenta con un espíritu soñador en gran medida, la P.E. tendrá mucho trabajo, mucho más, si es para tomar la decisión de quedarse inmóvil ante tantos impulsos del alma.

Por todo lo dicho, se podría pensar que la P.E. debería ser serena, racional, indiferente, incluso resultar fastidiosamente prolija y autoritaria; pues debe citar a la hora exacta los componentes que necesite  para llevar a cabo su obra y rechazar aquellos que entorpezcan la labor, además, no debería ser indulgente con los seres internos que solo desean dormir, por lo cual debería, poder observar impávida todas las emociones y los pensamientos que pasan por su ser, con mayor razón los más catastróficos. Pero no nos engañemos, el control y el castigo nunca han desencadenado gobiernos armoniosos. 

Algunas personas viven toda su vida bajo el yugo de su P.E. quien a su vez está subyugado por uno o varios sueños. Habría que revisar la lista de sueños comunes del ser humano para ver lo absurdas y divertidas que resultan ser las razones de la prisión del alma. Es por esto que una sabia P.E., deberá ser sensata con relación a su lista, equilibrar las acciones establecidas para sueños contrarios, más aún, si en la ciudad espiritual hay un sinfín de seres y todos señalan hacia un punto cardinal distinto.

María Clara Fonnegra S.