Es el medioevo, van a meterme en una lápida, pero primero me clavarán una estaca en la espalda, con la lápida sellada, después una estaca en el corazón a través de la lápida. Mi ama está pálida, pero debe entregarme al señor feudal, un hombre robusto y aparentemente religioso, fundamentalista. Su hijo, un hombre delgado de cabello negro, debe ayudarle a meterme en la lápida.

“Objeto” digo “es demasiado doloroso ser clavada por una estaca metálica tipo tornillo por la espalda a través de una lápida”.

Dicen que me conceden el deseo de abrirme un hueco en la espalda primero para que la estaca que deben enterrarme no toque carne alguna. Hablan como si yo fuese de madera.  Mi ama asiente pálida y me estruja sin fuerza hacia la lápida, la gente del pueblo está reunida en torno mío, camino hacia la lápida de madera y en el camino paso por la casa de mi abuela, en la Floresta, donde vivía cuando era niña, está abandonada, no tiene puerta, el segundo piso está hueco, viven algunos artistas. Quiero entrar y protegerme, pero debo caminar hacia la lápida. El señor feudal hace bromas con otros hombres. Antes de entrar a la lápida miro el latifundio, es el Peñol, es un hermoso paisaje montañoso. Me doy cuenta de que estoy soñando. Salgo corriendo. Detrás de mi viene el señor feudal y su hijo, tomo impulso para volar pero estoy muy asustada, no puedo volar de montaña a montaña, vuelo solo al ras del suelo casi como si solo fuese un pensamiento. Sigo corriendo, me trepo en una casa, salto de techo en techo, atravieso el solar de mi casa en Manrique llego a un terreno fangoso y selvático, en la orilla hay una ciénaga, un río, zarpan barcos de la orilla angosta, la primera lancha está llena, la segunda no la conduce nadie, nado, la tercera la conduce una mujer costeña que podría pasar por hombre, nado lo más rápido que puedo me agarro de la balsa, ¡cuidado!, dice, logro subirme. Comienzo a vaciar el agua de la piragua con un pocillo de café. “¿Vas a pagar, cierto?”. Asiento, pero no tengo dinero. Atravesamos la gran represa, “estoy en San Pacho” pienso. Entro al pueblo, al llegar veo que hay un entierro, miro la foto de la difunta, es mi pálida Ama. Veo a las niñas que estaban a mi cuidado en el latifundio, son dos niñas costeñas. ¿Ajá y tú qué haces acá? Me dice una. “Hoy es el día del entierro de la doña” dice otra. La han matado como iban a matarme a mí. Me pregunto mirando el entorno con conciencia y miedo “¿por qué he vuelto hasta acá? ¿cuál es el propósito?” Tomo en los brazos a una de las niñas y cojo a la otra de la mano, las llevo a un cuarto oscuro, lejos del entierro, suelto a la pequeña me arrodillo y la miro a los ojos, le digo: tienes que saber una cosa y no se te puede olvidar, estás soñando y cuando sueñas puedes volar”. “Tú también”, le digo a la mayor. “ay oie tú esta’ loca” dice la mayor, la menor, en cambio, se queda en silencio con los ojos abiertos. Comienzo de nuevo la huida, trepo un muro enorme hecho de colchón, lo escalo, el señor feudal me ha visto y me sigue. Pienso estoy soñando, puedo ser incorpórea, no me pueden tocar, espero al señor feudal y hago fuerza para ser incorpórea, pero me agarra. Empiezan a incriminarme, digo “Apelo, apelo. ¡Apelo a un juicio!”. Estamos en un tribunal de justicia, los señores están vestidos de corbata, Eminem es mi abogado, no para de rapear y decir cosas bobas y absurdas, no deja hablar a los señores, me encanta, lo multiplico, entra una fila de Eminems por la puerta. El señor feudal y su hijo protestan, entra la jueza, es Laura, está vestida de jueza. Me guiña un ojo. Le pasan un mamotreto de demanda. Laura hace chistes, se pone seria, procede. Señalan los demandantes y lo veo en el sueño, que cuando iban a matarme me metí con esposo e hijos a la lápida, los he puesto de carnada para cubrirme en el centro es por eso que he logrado escapar, las estacas se clavaron en ellos, por lo que me salvé, por tanto, maté a mi familia. Laura me pregunta si eso es cierto, trato de recordar el inicio del sueño para saber si dicen la verdad, pero no recuerdo nada, no sé si lo que dicen es cierto. Me siguen acusando de haber matado a mi familia. “Su señoría” dice el hijo del señor feudal “llevamos siglos en disputa con la acusada, prueba de ello es que el pleito inició en el medioevo y ya estamos en el 2020”. Me pregunto si maté a mi familia, pero pienso que en todo caso, Laura es la jueza y por eso ya estoy salvada. Despierto.