Existe un enorme deseo de evadir el acontecimiento social por ser en sí, traumático, aunque parece que no es traumático para algunos cuantos. Está bien reconocerse en la capacidad de hundirse fácilmente en la tristeza, incluso en la tristeza ajena, para saberse incapacitada para ir a fondo en temas atroces. Por estos días camino como bordeando charcos, charcos emocionales, mirando de ladito como quien realmente no está viendo la cosa, pero caminando con tal cautela que los zapatos resultan solo un poco mojados en los bordes, me pregunto si algún día estaré preparada para mirar el fondo del charco y reflejarme en él, por un lado, me refiero al tema social, me he mirado a fondo, me ha salpicado el charco, de frente, pero no tanto como a otros. He visto las atrocidades de las que es capaz este gobierno, los gobiernos, los seres humanos a través de la historia, el momento actual es nefasto como cualquier otro momento en la historia o quizás más, me reconozco ignorante, me reconozco ignorante en cuanto a definir un norte que pueda contribuir a sacarnos de este mar de mierda, me reconozco parte de una masa indolente que puede dejar la cosa pasar como si no se tratase de ella, tal vez como método de defensa para no caer en un pozo depresivo, tal vez es simple indolencia. Pienso que un poco de distancia puede generar la neutralidad suficiente como para servir de algo en el momento oportuno. Pero el momento oportuno es ahora mismo, no hay otro momento que el momento presente. Lo único que yo puedo hacer ahora tiene que ver con los hábitos de consumo. Con la forma de vida que he elegido vivir. No hay mucho más que pueda hacer. Trato también de evadir a mi Mr. Robot interior, si lo dejase salir, lo cierto que es que me metería en problemas que podrían fácilmente llevarme por caminos peligrosos, y no es que tenga tanto miedo al peligro, de una u otra forma podría ser una guerrera que anhela el Valhala, pero he determinado en mi corte interior que no soy una guerrera que debe exponer su cuerpo a una matanza sin sentido, y me perdonan pero todo eso me suena muy patriótico y el patriotismo también es una herramienta de un aparato del estado. He determinado para mí en esta reflexión que me depara la misión de la ermitaña por estos días, de la sacerdotisa, de alguien que en definitiva está al interior de una cueva encendiendo un fueguito generando algo que, aunque aún no sé a dónde va a ir a parar, tiene tal fuerza como propósito que por sí misma generará en alguna dirección una potencia inagotable. Esto pienso y en esto confío.

¿Por qué la ermitaña? ¿Quién es la ermitaña?

Siento un llamado de resiliencia interior, es una resiliencia relacionada con formas delicadas y sutiles de la existencia cotidiana, con detalles tan pequeños y a su vez tan delicados que se requiere una cautela, minuto a minuto liberadora. En el pensar es agotador dejarse absorber por cada detalle, admito que no he sido capaz de ser totalmente consecuente en el pensar-actuar. Con lo que las contradicciones del día, por el nivel de cautela, flotan como nudos discordantes y atónicos en el pensamiento. Pero no se trata de pensar, solo de atar cabos e ir encontrando la forma, estar presente, es mi forma de generar resiliencia. La nutrición, por ejemplo, es la raíz de todo. Las relaciones humanas son un tema aún más complejo.