Lo curioso del sueño que le digo es que fue una predicción, pues luego me pasó. Si lo hubiera leído antes, hubiera pensado que era tan solo un consuelo maternal, tal vez, pero todo lo que hay en los sueños soy yo, son partes de mí, ¿o no? Son necesidades de mi mente, algunas son figuras que idolatro y les doy toda la razón, creo que el sueño significa que me gusta auto compadecerme. Me siento culpable, como cuando faltaba al colegio bajo cualquier pretexto. No quiero hacer nada, es eso. Pero, ¿por qué?, de ahí surgen una cantidad de dudas que al intentar resolverlas traen consigo otra larga lista de cuestionamientos.

Cada respuesta agrava la sensación porque son nuevos pasillos para el laberinto, pienso que la solución es eliminar personas de mi vida, luego que el problema es que no como lo suficiente, luego que como muchas cosas que me hacen no ser consecuente con mis juicios; pensé también en volver a hablar con personas con las que ya no hablaba porque dejar elementos de mi vida me hace sentir limitada, y luego concluí que me falta poner límites a las personas y a mi vida. Por ejemplo, decido encender un cigarrillo, fumo dos veces y lo boto porque creo que antes eso lo agrava todo. Lo mismo pasa con la cerveza y el licor en general. Pero mis preguntas siguen sin respuesta.

Mire es que tengo un problema, bueno no, no es que lo tenga, es que creo tenerlo y ese es el problema, que podría no ser un problema realmente, aunque negarlo es agravarlo, así que si lo niego lo afirmo dos veces, ¿entiende mi dilema? Mi problema es… El problema que creo tener porque yo me lo invento, es que… Es que si se lo digo lo hago real, ¿me entiende? Si lo afirmo se hace irremediable, voy a recordar que lo dije y eso va a hacerlo irreparable, irreversible, irreconciliable.  

El psicoanalista o psicólogo podría: (Síndrome Icfes) a. Reírse de mí a las carcajadas; b. decirme: Dígame cuál es su maldito problema de una vez por todas; c. Quedarse callado y dejarme hablando como un idiota mientras hace dibujos en su cuaderno y me hace creer que anota algo de lo que estoy diciendo. Yo creo que es la opción c. Yo sigo hablando.

“¿Cree que debo decirlo?”

“Claro, si cree tenerlo es porque lo tiene”

“¡Ay!, no, no me diga eso. Pero si yo estoy bien.” (Estoy bien, estoy bien, estoy bien, los libros de autoayuda recomiendan decir muchas veces una frase hasta sentirla verdad, no creo en los libros de autoayuda pero son como Dios… Se cree en ellos en ciertas situaciones… Estoy bien, estoy bien, pero mientras la digo, ¿no estoy diciendo al mismo tiempo que me siento mal y por eso se me hace necesario decirla?)

En este punto de mi pensamiento me doy cuenta de que ir al psicólogo haría del problema un hecho, ¡Un hecho! Si el psicólogo me manda medicamentos yo diría: ¡Por favor!, no me mande antidepresivos, yo no estoy de acuerdo, ¡por favor!, yo sabía que esto iba a pasar.

“Dígame entonces, ¿cuál es su problema?”

Bueno… Tengo una angustia Kafkiana, soy un escarabajo.

No sé si pienso que tengo…, y me da, o si primero me da y luego lo pienso, es cómo la pregunta del huevo y la gallina, también me pasa lo mismo con la siguiente pregunta: ¿estoy deprimida porque tengo anemia o tengo anemia porque estoy deprimida?, pero es un caso hipotético porque no tengo anemia, de pronto anemia psicológica. O como: ¿me siento culpable porque siento angustia o siento angustia porque me siento culpable? Esas son parte de las preguntas laberínticas, pero luego la tristeza no me deja sentir angustia, ¿o es esa tristeza la angustia misma? No es exactamente tristeza, ésta generalmente está acompañada de creatividad, pero no, lo que yo siento es una depresión muerta, pero si está muerta, ¿por qué la siento? Ni siquiera la siento entonces, es fría, insensible. Siento que no siento nada, ¿siento o no? ¿Es eso posible?, ¿no sentir? Es la pobreza del lenguaje, por lo menos del mío. ¿Siento menos de lo que quisiera sentir? Pero si no quiero sentir, antes siento mucho; seguramente es por eso que quisiera pensar que no siento nada.

El psicólogo o psicoanalista podría estar desesperado o la rutina lo habrá colmado de paciencia, seguro ya han intentado matarlo, veo que se aleja.

“¿Pero qué es exactamente lo que le da miedo?”

¿Miedo? No, yo no he dicho esa palabra, ¡ay!, ¡no!, ya la dijo, es irreversible. ¿Por qué tenía que decirla? Lo que me da…, eso, es eso mismo, me da miedo pensar que voy a sentir miedo. ¡Lo dije! Ahora es rotundo.

“¿Qué le da miedo del miedo?”

Sí, esa es una de mis preguntas exactamente. Sólo el hecho de sentirlo, cuando lo siento no me puedo mover y también… ah, ese es otro pedazo del supuesto problema, me dan ganas de vomitar. Sí ya sé que debería hacer ejercicio, no hago ejercicio.

Él o ella dirá que sufro de baja autoestima. ¡No pues!, qué diagnóstico tan original, como si no lo supiera ya; qué sentencia tan tonta, claro que tengo baja autoestima, soy un ser humano, a veces uno se quiere cuando está como anestesiado, pero somos lo peor, lo peor. Pero no importa, siempre se puede hacer algo, de ese pensamiento puede venir mi angustia; una posibilidad más. Cuando digo no importa, es porque me importa, a veces cuando no me importa digo que me importa, por culpa. No, no, no intento ser altruista, quiero salvar el mundo, sí, pero no ser altruista. Soy muy narcisista, ¿sí ve?, ¡mi baja autoestima terminó siendo lo contrario! ¿Entonces de donde viene? ¿Será algo proveniente de los sueños? ¿Los sueños provienen de la realidad o la realidad proviene de los sueños? ¡Una pregunta más!, ¿por qué?, ¿por qué continúo hablando?

Hay que pensar cosas más impredecibles, la gracia es que el médico diga frases que uno no se imagina que vaya a decir. Quizás me manda una terapia de vomito intensivo.

“Vea usted lo que tiene que hacer es reunir a sus amigos y vomitar, luego reúna a su familia y vomite frente a ellos y por último, frente a un grupo de desconocidos.”

“Pero mi mamá cree que soy anoréxico”

“¿Y usted qué piensa?”— ¿Por qué las psicólogas siempre miran así? — “¿Vomita después de comer?”

¡No!, no vomito después de comer, ¿ve que me pinto las uñas?, no, ¿tengo puestos tacones?, no, ¿parece que quisiera ser modelo? La verdad sí quisiera verme siempre muy estéticamente aceptable, me gusta vestirme de mujer también, pero no creo que me preocupe ser gordo, no lo había pensado, ¿será anorexia?, ¿podría tener anorexia inconscientemente?

“¿En qué momento exactamente siente que tiene miedo?”

“Cuando creo que voy a tener miedo.”

“¿Y en qué momentos cree que va a tener miedo?”

En cualquier momento, en momentos que son importantes para mí y también cuando creo que un momento no es lo suficientemente importante para mí. Pero sobre todo, cuando tengo que hacer algo frente a gente, como hablar de algo que creo trascendental, o de algo que no tiene la más mínima importancia, o cantar, o actuar. Por estos días solo quisiera quedarme en mi casa, generalmente siempre había sido lo contrario, mis antiguos deseos son ahora monstruos que me acechan; siempre pensé que no desear muchas cosas iba a hacerme sentir más tranquilo, no es así. O tal vez mis deseos se volvieron tan fuertes que me hastían, y me defiendo creyendo que ahora no los poseo. De todas formas hago las cosas e ignoro la situación, porque me convenzo de que siempre se debe ser valiente, pero mi angustia no se va, se hace más fuerte. ¿Debo ignorarla o sumergirme en ella? Cualquier camino me parece atroz, son ramificaciones, parten de la misma palabra. Aunque creo que cuando ella tenga sentido, dejaré de sentir que tiene sentido sentirla y dejará de agobiarme. Sí, debo creerlo, yo lo sé en teoría, porque todo me pasa sólo porque creo en ello.