Si me concentro en las manos puedo sentir un extraño poder, estoy haciendo consciente lo que tal vez la otra persona no nota acerca de sí en el momento presente. “Los gestos son más individuales que los individuos” (Milán Kundera), de este modo, “todas las personas somos la misma persona” (Borges -con lenguaje inclusivo-).

 ¿Cuántas manos de Hamlet están ahora mismo haciendo el gesto del loco para confundir al reino­?, no hay tantos gestos como humanos en la tierra, al ser no le pertenecen los gestos, a los gestos pertenece el ser. Aquel profesor morirá, y posiblemente en unos años ya nadie recuerde su nombre, pero su modo de rascarse la barbilla que viene desde tiempos inmemorables, perdurará en los siglos; muchos años después, habrá en una banca cualquiera, un hombre rascándose la barbilla exactamente de la misma manera (¿con el mismo ritmo y la misma posición?), pero las líneas de su mano nunca volverán a ser las mismas. Si miro las manos de aquella mujer, que se posan delicadamente sobre el viento mientras habla, estaré mirando a mil seres, hombres o mujeres, qué importancia tiene lo que dice, habla de una persona cualquiera, en una calle cualquiera. Los gestos nos identifican y tras ellos, hay un sinfín de conceptos o divagaciones milenarias que no alcanzamos a percibir. De cualquier pensamiento soy tan solo un pequeño fragmento.  

Hoy intento descifrarlos, encontrar en ellos su cualidad única, la esencia aislada.