Podría sentarme a orillas de la vida a contemplar

cómo el ocaso acaricia las siluetas y las tiñe de nada

mirar cómo mis pasos

no esperan el ocaso, sino que se dirigen hacia él

por haber olvidado temer

por andar absorta en el manto oscuro

que se ve en la noche y se entrevé en los párpados.

A orillas de esta vida

cada hoja cae y cubre poco a poco todo lo que creí ser

me sueño raíz que palpita despacio

y se hunde en la siesta del almuerzo

a orillas de una vida que no se sabe bien de qué es ni en qué iba

y se deja a un lado

como uno de los tantos libros que quedaron inconclusos.

¿Podría dormirme apacible ante el peligro latente?

y al despertar

inmóvil

presenciar la terrible belleza de un ocaso

que devora cada estancia que ya no podré habitar.